jueves, 31 de marzo de 2016

Ameniza tus sermones con estas ilustraciones: Predica eficazmente!!!

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 2Timoteo 4:1-2
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Ilustraciones para Usar en la predicación
Estas ilustraciones podrás usarlas en tus predicaciones para hacerla más interesante y amena. El tema es la existencia de Dios













martes, 22 de marzo de 2016

Para que no degrademos la predicación al mero arte de la elocuencia, nunca debemos olvidar que la base en que la predicación poderosa surge es la propia vida del predicador.

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 2Timoteo 4:1-2
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La Vida del Predicador: Fiel a Dios
EL HOMBRE QUE PREDICA
Así pues, considerémonos primero este asunto de las fallas en la predicación, en los términos del hombre que predica. Al principio, quiero establecer un principio patente de la Escritura, y luego lo aplicaré en varias áreas específicas. 
El principio es éste: 
Para que no degrademos la predicación al mero arte de la elocuencia, nunca debemos olvidar que la base en que la predicación poderosa surge es la propia vida del predicador. 
Eso es lo que distingue la predicación de cualquier otro arte de la comunicación. Por ejemplo, una actriz famosa puede destacarse por su inmoralidad escandalosa, viviendo como una ramera común. Y aún así, ella puede entrar al teatro cada miércoles a las 20:00 hrs, y actuar en el papel de Juana de Arco de una manera tal, que llevara a toda a la audiencia hasta las lágrimas. La manera en que ella vive no tendrá relación directa con el desempeño de su papel profesional. 
Un protagonista, igualmente libertino en su vida personal, puede presentarse en el mismo teatro y actuar el papel de Martín Lutero de una manera tal, que escalofríos recorrieran nuestra espina dorsal, y saliéramos determinados a ser mejores hombres y mejores predicadores. Sin embargo, otra vez, puede no haber una relación directa entre la conducta del actor antes de subir al escenario, y su actuación subsecuente.

Se admite pronto que las Escrituras enseñan que hay tiempos cuando aparecen hombres bien dotados para el ministerio, pero que están desprovistos de la gracia salvadora (vea Mat. 7:21–23). 

La historia de la iglesia también relata los hechos de hombres que fueron usados en la soberanía de Dios, en el desempeño de dones ministeriales, y al fin manifestaron que estaban desprovistos de gracia santificante. 

No obstante, yo creo que este problema particular de engaño se encontrará principalmente en aquellos ministerios donde los ministros no moran entre sus oyentes el tiempo suficiente para afectar su ministerio por el bien o el mal de su vida personal. Por lo tanto, limitando este principio al contexto de la predicación del pastor, yo creo que es una regla válida (con algunas pocas excepciones), que la predicación poderosa está arraigada en la tierra de la vida del predicador. 

Se ha dicho que ‘la vida del ministro es la vida de su ministerio.’ Si la predicación es la comunicación de la verdad a través de instrumentos humanos, entonces la verdad así comunicada se puede aumentar o disminuir en su poder para efectuar cambios espirituales, por la vida que la transmite. 

El secreto del poder de la predicación de Whitefield, McCheyne y de otros hombres que ya he mencionado se encuentra principalmente, no en el contenido de sus sermones o en la manera en que ellos lo predicaban; más bien, la clave se encontraba en sus vidas. Sus vidas estaban llenas de poder y vivían en tal comunión con Dios, que la verdad llegó a ser un principio viviente porque fue transmitida por tales vasos. Sus vidas ungidas fueron la tierra donde creció su ministerio igual. 

Este principio es particularmente válido en la vida del pastor residente. Entre más que ustedes y yo seamos conocidos por nuestra gente, nuestra influencia crecerá o disminuirá de acuerdo con el tenor de nuestras vidas.

A fin de ilustrar este principio con la Palabra de Dios, permítame presentar varios pasajes para su consideración, no a la manera de una exposición detallada, sino entendiendo la idea predominante de cada pasaje. 

Escribiendo a la iglesia de Tesalónica, la cual él tuvo el privilegio de fundar a través de su ministerio entre ellos, Pablo dice:
Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección; pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros” (1 Tes. 1:4–5). 

El establece una relación directa entre el evangelio viniendo en poder, y en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, con la clase de hombre que lo predicaba. Encontramos la misma enseñanza presentada en el capítulo dos de la misma carta, donde Pablo dice en el versículo diez: “Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes.” 

Luego en el versículo trece, él dice: “Por lo cual, también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.” Hay una relación vital entre estas dos cosas. Por un lado él dice, “Ustedes saben cómo nos comportamos,” y por el otro, “Nosotros sabemos cómo recibieron la palabra.” Estas dos cosas no pueden divorciarse. 

Pablo y sus compañeros se presentaron como modelos vivos del poder de la Palabra de Dios incorporado en sus conducta y de este modo, cuando predicaron la Palabra, ésta vino con autoridad a sus oyentes. Fíjese que el apóstol no está renuente de usar su testimonio vivo como una prueba de la validez de su ministerio de predicación.

En Tito capítulo dos hay instrucciones detalladas sobre lo que él debería predicar y enseñar. Pablo le mandaba en el versículo siete, “Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras.” En otras palabras, como ministros de Dios, no solamente hemos de proclamar la sana doctrina por precepto, sino que debemos encarnar esta misma doctrina por la sana conducta. Luego también, hay el pasaje clásico de 1 Tim. 4:16: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello; pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” 

En otras palabras Pablo está diciendo, “Timoteo, el descuido de tu propia vida personal resultará en alguna medida, en el mal desempeño de tu responsabilidad para con las almas, con las cuales el Espíritu Santo te ha encargado como pastor. Fallar en tener cuidado de ti mismo, en alguna medida resultará en fallas para ver el propósito salvador de Dios, forjándose en el corazón de aquellos a quienes tú ministras.” 

Hago estos comentarios como uno que cree sin reservas en la postura de Pablo tocante a la inmutabilidad del consejo de Dios y la certeza de la salvación de todos sus elegidos. No obstante, no debemos quitar de este pasaje en 1 Timoteo las obvias implicaciones: que Timoteo no podría ser el instrumento de Dios que él debería ser, a menos que tuviera cuidado de sí mismo y luego de su enseñanza.

Es interesante que en consideración de los requisitos para el pastorado, se señala en 1 Timoteo 3:1 y en Tito 1:6, que el primer requisito para todo aquel que aspira al ministerio no es doctrinal, sino experimental. “Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea …” ¿Y cuál es la primera palabra?—“Irreprensible”. 

El aspirante debe ser un hombre conocido por su piedad constante y práctica. En el pasaje que se encuentra en Tito, la última parte habla de uno de los requisitos como “retenedor de la Palabra fiel” (vers. 9). No obstante, el primer requisito señalado se encuentra en la esfera de la vida del ministro. ¿Porqué? Por la mera razón de que Pablo vivía y ministraba con esta misma convicción, que la vida del ministro era la vida misma del ministerio.

Yo creo que estos pasajes son suficientes para enunciar el principio, aunque muchos más se podrían citar para establecer este punto en particular. No me sorprende que la predicación haya caído en días malos cuando las prioridades para esta obra ministerial se han echado a un lado. 

En los concilios de ordenación, los hombres son interrogados por horas en minuciosos puntos teológicos con el intento de descubrir sus habilidades para refutar herejías, mientras que rara vez alguno es cuestionado en relación con sus avances en la piedad personal y familiar, factores que el apóstol Pablo colocó en primer lugar en la lista de requisitos para el ministerio.


¿CUAN FIEL ERES A DIOS?

Lectura: Apoc. 2:10
Introducción: 
Quiero compartir de un tema que el Señor ha impartido a mi corazón. Todos los que le han recibido y conocido como Salvador personal deben reconocer la importancia de ser fiel a Dios. Aquellos que no lo han conocido esperan de los cristianos la manifestación de lo que es ser fiel a Dios y a su Palabra. Mas ahora vuelvo a preguntarte ¿cuan fiel eres a Dios? Ser fiel a Dios implica reconocerlo en todo nuestro diario vivir sin importar las consecuencias. Ser fiel a Dios implica guardar sus mandamientos como hijos que somos.

I. ¿Que significa la palabra fiel?
a. en griego – “pistos” – confianza, seguro, verdad su raíz – “peitho” convencer por argumento (cierto o falso)
- pacificar a alguien por medio de un análisis
- tener confianza, asegurar
b. en el diccionario – que guarda fe
- exacto
- conforme a la verdad
- cristiano que Obedece
- que cumple exactamente con el uso a que se destino

II. ¿A que fuiste destinado tu?
a. como cristiano que reconociste a Jesús como Salvador personal fuiste destinado a: Isa. 61:1-2

  1. 1. predicar buenas nuevas a los abatidos
  2. 2. a vendar a los quebrantados de corazón
  3. 3. a dar libertad a los cautivos
  4. 4. dar libertad a los presos del enemigo
  5. 5. proclamar el año del Señor y el día de su venganza
  6. 6. consolar a los enlutados
b. fuiste destinado a obedecer; en otras palabras a cumplir la voluntad de quien manda
c. fuiste destinado a ser fiel a Dios y a su Palabra; por cuanto hay una recompensa que te aguarda
1. Apoc. 2:10

III. ¿Cuan fiel soy a Dios?
a. recuerda que tu fidelidad se mide en base a nuestra confianza, seguridad, exactitud y Obediencia a Dios
b. analiza las siguientes preguntas y responde en tu corazón al Señor cuan fiel le eres.:
1. en tu vida de oración
a. Mat. 26:41
b. 1 Tes. 5:17
2. en tu lectura, meditación y escudriñar de la Palabra de Dios
a. Josué 1:8
b. Hageo 1:5-7
c. Jn. 5:39
d. Hechos 17:11
3. en tu servicio al Señor en completa integridad y no por gloria de hombre o por obligación
a. Josue 24:15
b. Mat. 4:10
c. Luc. 16:13
d. Heb. 12:28-29
4. en tus responsabilidades financieras
a. Rom. 13:7-8
b. Mal. 3:8-12
c. 2 Cor. 9:6-12
5. en tu obediencia a Dios, su palabra y tus 
superiores
a. Rom. 13:1-5
b. Deut. 28:1-2
c. Heb. 10:25
6. en tus responsabilidades como creyente
a. Col. 3:18 (casadas)
b. Col. 3:19 (maridos)
c. Col. 3:20 (hijos)
d. Col. 3:21 (padres)

Conclusión: 
El producto o el fruto de lo que hoy tu vida esta experimentando es el resultado o la cosecha de lo que tu has sembrado en cuanto a tu fidelidad a Dios. No puedes preguntarte por que estoy atravesando esta crisis. Recuerda que no es Dios el que te ha sido infiel (2 Tim. 2:13) Por tanto ¿quién es el infiel? Reconoce tu condición y necesidad

domingo, 20 de marzo de 2016

Nunca sabremos de la verdadera utilidad de nuestra predicación, hasta que todo el fruto de las ramas del árbol que han brotado de las simientes que hemos sembrado haya madurado a la luz de la eternidad.

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 2Timoteo 4:1-2
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¿Sabes cuál es la meta cuando predicas?

La Meta de la Predicación
La Gloria de Dios
JOHN PIPER ESCRIBIÓ ESTO AL RESPECTO
En septiembre de 1966 era yo un novato estudiante de medicina, con estudios superiores en literatura en Wheaton College. Había terminado un curso de verano en química, estaba locamente enamorado de Noel y estaba más enfermo que nunca con mononucleosis. El doctor me envió al centro de salud durante las tres semanas más decisivas de mi vida. Fue un período por el cual nunca dejo de dar gracias a Dios.
Por aquellos días, el semestre de otoño comenzó con una Semana de Énfasis Espiritual. El orador en 1966 era Harold John Ockenga. Fue la primera y última vez que yo le oí predicar. La radio del colegio WETN transmitió los sermones, y yo los escuché mientras estaba acostado en mi cama, a unos doscientos metros de su púlpito. Bajo la predicación de la Palabra por el Pastor Ockenga la dirección de mi vida fue permanentemente cambiada. Puedo recordar cómo mi corazón casi explotaba anhelante, conforme escuchaba—deseando conocer y dominar la Palabra de Dios en aquella forma. Por medio de esos mensajes, Dios me llamó al ministerio de la Palabra, de manera irresistible y (creo) en forma irrevocable. Desde entonces, ha sido mi convicción que la evidencia subjetiva del llamado de Dios al ministerio de la Palabra (para citar a Charles Spurgeon) “es un intenso y todo—absorbente deseo por la obra.”
Cuando salí del centro de salud, dejé la química orgánica y tomé filosofía como materia secundaria, y me propuse obtener la mejor educación bíblica y teológica posible. Veintidós años más tarde (a esa disertación en 1988) puedo testificar que el Señor no me ha dejado dudar de ese llamado. Está tan claro en mi corazón hoy como nunca antes. Y solamente me maravillo de la maravillosa providencia de Dios—de salvarme y llamarme como un sirviente de la Palabra, y luego dejarme hablar, después de dos décadas, bajo la bandera de las Conferencias Harold John Ockenga sobre Predicación, en el Seminario Teológico Gordon-Conwell.
Éste es para mí un precioso privilegio. Oro porque sea un tributo aceptable al Dr. Ockenga, que nunca me conoció—y por tanto es un testimonio al hecho de que nunca sabremos de la verdadera utilidad de nuestra predicación, hasta que todo el fruto de las ramas del árbol que han brotado de las simientes que hemos sembrado haya madurado a la luz de la eternidad.
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. (Isaías 55:10–11)
El doctor Ockenga nunca supo lo que su predicación hizo en mi vida, y puede usted tomar nota de que si usted es un predicador, Dios le va a ocultar mucho del fruto que Él produce en su ministerio. Verá lo suficiente para estar seguro de Su bendición, pero no tanto como para pensar que usted podría vivir sin ello. La meta de Dios es que Él sea exaltado y no el predicador. Esto nos lleva al tema principal: La Supremacía de Dios en la Predicación. Su bosquejo es intencionalmente trinitario:
La Meta de la Predicación: La Gloria de Dios.
La Base de la Predicación: La Cruz de Cristo.
El Don de la Predicación: El Poder del Espíritu Santo.
Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo son el inicio, el medio y el fin en el ministerio de la Predicación. Sobre toda labor ministerial, especialmente la predicación, se destacan las palabras escritas por el apóstol: “Porque en él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11:36)
El predicador escocés James Stewart dijo que los objetivos de una predicación genuina son para “despertar la conciencia por medio de la santidad de Dios, para alimentar la mente con la verdad de Dios, para purificar la imaginación por medio de la belleza de Dios, para abrir el corazón al amor de Dios, para consagrar la voluntad al propósito de Dios.” En otras palabras, Dios es la meta al predicar, Dios es el fundamento de la predicación—y todos los demás recursos son dados por el Espíritu Santo.
Mi carga es rogar por la supremacía de Dios en la predicación—que la nota dominante en la predicación sea la libertad de la Gracia soberana de Dios, que el tema unificador sea el celo que Dios tiene de Su propia Gloria, que el gran propósito de la predicación sea la infinita e inagotable realidad de Dios y que la penetrante atmósfera de la predicación sea la santidad de Dios. Entonces, cuando en la predicación se tocan las cosas ordinarias de la vida—la familia, el ocio, las amistades o las crisis de nuestro diario vivir—Sida, divorcio, adicciones, depresiones, abusos, pobreza, hambre y, lo peor de todo, la gente inconversa del mundo, estas cosas no sólo son consideradas: Son llevadas a la misma presencia de Dios.
John Henry Jowett, quien predicó en Inglaterra y América durante treinta y cuatro años hasta 1932, pudo ver este gran poder de tales predicadores del siglo IX como Robert Dale, John Newman y Charles Spurgeon. El dice:
“Siempre estuvieron dispuestos a detenerse a ver lo que sucedía en el pueblo, pero siempre vincularon las calles con las alturas, y enviaron sus almas errantes sobre las eternas colinas de Dios … Es este tema de la inmensidad, sentido de Su eterna presencia e indicación de lo infinito, que considero que debemos de recuperar en nuestras predicaciones.”
Casi a finales del siglo XX, la necesidad de recuperación es diez veces mayor.
Tampoco estoy proponiendo alguna forma de preocupación artística elitista con imponderables filosóficos o intelectuales. Hay cierto tipo de personas que gravitan a los cultos de alta liturgia, porque no toleran el “palmoteo” de la adoración evangélica. Spurgeon fue todo, menos un intelectual elitista. Casi no ha habido Pastor de mayor agrado popular. Sus mensajes, sin embargo, estaban llenos de Dios y la atmósfera estaba cargada con la presencia de tremendas realidades. “Nunca tendremos grandes predicadores” decía, “hasta que tengamos grandes teólogos.”
No fue que él se preocupara más por los grandes ideales que por las almas perdidas. Se preocupaba por lo uno, debido a que amaba lo otro. Lo mismo sucedió con Isaac Watts, que vivió un siglo antes. Samuel Johnson dijo de Watts: “Todo lo que él tomaba en sus manos, debido a su incesante hambre por almas, fue convertido en teología.” Lo que quiero decir con el caso de Watts es que él todo lo llevó a una relación con Dios, porque se preocupaba por las personas.
Hoy día, creo que Johnson opinaría de mucha predicación contemporánea que, “cualquier cosa que el predicador toma en sus manos es, por su constante afán de relevancia, convertido en psicología.” Ni las grandes metas de predicación ni el valioso lugar de la psicología valen nada ante la pérdida del fundamento teológico. Una de las razones por las que la gente a veces duda del valor que tiene una predicación centrada en Dios es porque nunca han oído una. J. I. Packer cuenta que oyó predicar a D. Martyn Lloyd-Jones en la Capilla de Westminster cada domingo por la noche durante 1948 y 1949. Dice que nunca antes oyó predicación semejante. Vino a él con la fuerza y el ímpetu de un choque eléctrico. Lloyd-Jones, dijo, le llevó a “la presencia de Dios, más que ningún otro hombre.”
¿Es esto lo que la gente de estos días se lleva de la adoración—sentir la presencia de Dios, un toque de Su soberana gracia, una disertación del panorama de Su gloria, el gran propósito de la infinita razón de ser de Dios? ¿Acaso entran durante una hora a la semana—que no es un sacrificio—a una atmósfera de la santidad de Dios que deja Su aroma en sus vidas por toda una semana?
Cotton Mather, quien ministró en Nueva Inglaterra hace 300 años, dijo: “En la tarea de un predicador cristiano, el gran esquema e intención es restaurar el trono y dominio de Dios en las almas de los hombres.” Eso no fue una exhuberancia retórica. Era una conclusión exegética mesurada y exacta de uno de los más grandes textos bíblicos que conducen a los fundamentos de la Supremacía de Dios en la Predicación. El texto que respalda lo dicho por Mather es Romanos 10:14–15:
“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian las buenas nuevas!”
Del texto anterior, la predicación puede ser definida como la proclamación de las buenas nuevas por un mensajero enviado por Dios—(“proclamación”—de la palabra kerussontos en verso 14, “buenas nuevas” de las palabras euangelizomenon agatha, en verso 15; “mensajero enviado de la palabra apostalosin en verso 15).
La pregunta clave es: ¿Qué es lo que el predicador proclama? ¿Cuáles son las buenas nuevas a que se refiere el texto? Puesto que el verso 16 es una cita del verso 7 de Isaías 52:7, haremos bien en regresar y dejar que Isaías lo defina para nosotros. Oiga lo que Mather oyó en este verso concerniente al gran designio de la predicación Cristiana.
Cuán hermosos sobre los montes son los pies de
aquel que trae buenas nuevas,
aquel que anuncia la paz,
aquel que trae noticias de bien,
aquel proclama la salvación,
aquel que dice a Sion: Tu Dios reina.
Las buenas nuevas del predicador, la paz y la salvación que él anuncia están grabadas en una oración: “Tu Dios Reina.” Mather aplica esto con plena justificación al predicador: “El gran designio … de un predicador cristiano es restaurar el trono y el dominio de Dios en las almas de los hombres.”
La nota más relevante en la boca de cada profeta-predicador de los días de Isaías, de Jesús o de nuestros días, es “Tu Dios Reina.” Dios es el Rey del universo; tiene derechos absolutos de Creación sobre este mundo y sobre cada uno de los que en él viven. Rebeliones y motines, sin embargo, se dan por todos lados, y Su autoridad es menospreciada por millones. Por eso es que Dios manda predicadores por todo el mundo gritando que Dios reina, que no va permitir que Su gloria sea menospreciada indefinidamente. Que Él va a vindicar Su nombre con grande y terrible ira. Pero también son enviados a proclamar que, por el momento, Dios ofrece una total y libre amnistía a los rebeldes que abandonen su rebeldía, que clamen por misericordia, que se arrodillen ante Su trono y le juren sujeción y fidelidad para siempre. La amnistía está firmada con la sangre de Su Hijo.
Mather está en lo cierto: El gran esquema del predicador cristiano es restaurar el trono y el dominio de Dios en las almas de los hombres. ¿Pero, por qué? ¿Podremos profundizar más? ¿Qué es lo que motiva el corazón de Dios al demandar someternos a Su autoridad, además de ofrecernos amnistía?
Isaías nos da la respuesta en un texto anterior. Hablando de la misericordia para Israel, Dios dice:
Por amor a mi nombre diferiré mi ira, y para alabanza mía la reprimiré para no destruirte. He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción. Por mí, por amor a mí mismo lo haré, para que no sea mancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro. (Isaías 48:9–11)
En el fondo del soberano ejercicio de misericordia de Dios como rey está Su inalterable pasión por el honor de Su nombre y la demostración de Su gloria.
Así pues, podemos profundizar más el punto de Mather. Tras el compromiso de Dios de reinar como Dios, está el profundo compromiso de que Su gloria un día llenará la tierra. (Num. 14:21; Isa. 11:9; Hab. 2:14; Sal. 57:5; 72:19) Este descubrimiento tiene una tremenda implicación en la predicación, porque el profundo propósito de Dios en el mundo es el de llenarlo con la reverberación de Su gloria en la vida de una nueva humanidad, rescatada de cada pueblo, tribu, lengua y nación. (Apoc. 5:9) Mas la gloria de Dios no se refleja claramente en los corazones de hombres y mujeres cuando se agachan con desgano en sumisión a Su autoridad o cuando obedecen por temor servil o cuando no hay regocijo en respuesta a la gloria de su rey.
Las implicaciones para la predicación son claras: Cuando Dios envía emisarios a declarar, “Tu Dios Reina”, Su objetivo no es obligar la sumisión del hombre por un acto de cruda autoridad; Su meta es cautivar nuestras afecciones con irresistibles demostraciones de gloria. La única sumisión que refleja completamente el valor y la gloria del rey es la sumisión gozosa. Sumisión a regañadientes ofende al rey. Sin gozo en el súbdito, no hay ninguna gloria para el rey.
Esto es lo que Jesús en efecto dijo en Mateo 13:44, “El reino (la norma, el dominio) de los cielos es como un tesoro escondido en un campo, que un hombre encuentra y esconde; entonces feliz (su alegre sumisión a aquel reino y su deleite en su gloria, su valor) va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.” Cuando el reino es un tesoro, la sumisión es un placer. Al revés, cuando la sumisión es un placer, el reino es glorificado como un tesoro. Por tanto, si la meta de la predicación es glorificar a Dios, deberá orientarse a una alegre sumisión a Su reino y no a una sumisión superficial.
Pablo lo dijo en la 2 Corintios 4:5, “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como el Señor.” Pero más adelante, en el verso 6, basado en la proclama del señorío de Cristo—bajo la norma y la autoridad del rey Jesús—nos dice que la esencia de su predicación es “la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” La única sumisión al señorío de Cristo que magnifica plenamente Su valor y refleja Su belleza es el humilde gozo del alma humana en la gloria de Dios en la faz de Su Hijo.
La maravilla del evangelio y el descubrimiento más liberador que este pecador ha hecho es que el más profundo deseo de Dios de ser glorificado y mi más profundo anhelo de ser santificado, no están en conflicto, sino de hecho encuentran una realización simultánea en el despliegue de la gloria de Dios y mi deleite en ella. 
Por tanto, la meta al predicar es la gloria de Dios reflejada en la gozosa sumisión del corazón humano. Y la supremacía de Dios en la predicación está asegurada por este hecho: Aquel que satisface recibe la gloria; aquel que da el placer es el tesoro..

sábado, 19 de marzo de 2016

Al hablar de predicación bíblica, queremos decir que la Biblia es la base del mensaje.

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 2Timoteo 4:1-2
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EL TEXTO BÍBLICO
LA IMPORTANCIA DEL TEXTO BÍBLICO


Al hablar de predicación bíblica, queremos decir que la Biblia es la base del mensaje. En esta Lección estudiaremos 

  • la necesidad de fijar una porción bíblica para cada mensaje, 
  • los métodos para la selección del texto y 
  • la forma correcta para interpretarlo.




LA NECESIDAD DE UN TEXTO BIBLICO PARA CADA MENSAJE

El apóstol Pablo dice que la Escritura es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia (2 Ti. 3:16). Si esto es la verdad, es muy importante escoger un pasaje bíblico, sea corto o largo, sobre el cual se base el mensaje que ha de satisfacer las necesidades espirituales del oyente.


     A.      EL TEXTO DA AUTORIDAD AL MENSAJE

   El mensaje no consiste en palabras o teorías humanas, sino es la comunicación de la voluntad que procede del mismo corazón de Dios. El predicador del evangelio debe poder decir con el profeta Isaías: Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová (Is. 1:2).

   Cuando un individuo usa un texto bíblico para exponer un mensaje, está adquiriendo sobre sí un enorme peso de responsabilidad. Esto implica que va a exponer verdades bíblicas. Sabemos que hay predicadores que usan un texto bíblico solamente como un pretexto para decir lo que ellos quieren decir. Y después de haber dicho barbaridades, tal vez insultando al prójimo, dicen: “Si ustedes se enojan, enójense con la Biblia, porque es la Biblia la que dice eso”. Esto es una absoluta falta de honestidad.

   Cuando una persona, y especialmente un pastor de una iglesia, tiene que decir algo, que lo diga con franqueza; pero que no se esconda tras la Biblia. Esto, en lugar de darle autoridad, se la va quitando. Serán pocas las personas que respeten a este predicador. Cuando tenga un verdadero mensaje que realmente ha sacado de las Sagradas Escrituras, ya nadie lo va a tomar en serio.


     B.      EL TEXTO OBLIGA AL PREDICADOR A MANTENERSE DENTRO DEL TEMA

   Jamás debe usarse el texto como una base de lanzamiento, y luego abandonarlo durante todo el mensaje. Es decir, que no se debe escoger un texto únicamente por una costumbre o por cumplir con un requisito homilético. El tema del mensaje debe estar de acuerdo con el texto, procurando explicar el contenido del mismo. Todas las ideas deben girar alrededor de él, a fin de que el mensaje dé en el blanco, como una flecha directa y veloz.


     C.      EL TEXTO PROMUEVE EN LA CONGREGACIÓN EL DESEO DE CONOCER Y AMAR LA BIBLIA

   Los cristianos se desarrollan espiritualmente cuando sienten hambre de conocer más a fondo las inescrutables riquezas de la Palabra de Dios. No sólo usarán sus Biblias en el hogar, sino que también las llevarán a los cultos, al darse cuenta que el predicador hace uso de ella en los mensajes. Únicamente el predicador bíblico logrará que sus oyentes se unan con el salmista para decir: ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación (Sal. 119:97).

   Cuando el predicador se esfuerza realmente por profundizar en el contenido del pasaje bíblico leído, la congregación va tomándole sabor al estudio y a la meditación de la Biblia. Los mensajes superficiales, que no siempre tienen una verdadera identificación entre el mensaje y el pasaje leído, son los que crean congregaciones que no leen sus Biblias en sus casas, o cuando las leen, no es para meditar en las porciones leídas.






     D.      EL TEXTO AYUDA A CAPTAR LA ATENCIÓN DEL OYENTE

   Un texto bien seleccionado y leído correctamente en forma atractiva capta la atención de los oyentes. No se puede predicar con efectividad sin la atención del auditorio. Hay preocupaciones que embargan la mente del oyente, y es indispensable arrancarla de estas cosas y proyectarla en el mensaje.

   Es muy posible que cuando el predicador anuncie el texto, muchos se pregunten: ¿Qué nuevas enseñanzas nos impartirá de este pasaje? ¿Qué bendición recibiremos para nuestros problemas? Los creyentes, por lo general, están ansiosos de recibir algo especial. Cuando estas interrogantes inquietan la mente del oyente, es una demostración que el texto ha ayudado a captar su atención.


     E.      EL TEXTO DA CONFIANZA AL PREDICADOR

   El temor es una característica muy común en los predicadores principiantes, pero al estar seguro que el mensaje está basado en la Palabra de Dios se adquiere confianza.

   Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego (Ro. 1:16).





CONSEJOS PARA SELECCIONAR EL TEXTO

En la selección adecuada del texto se encuentra, en cierta forma, el éxito o el fracaso del mensaje. Para no fallar en esto, obsérvense las siguientes reglas.


     A.      BUSCAR LA DIRECCION DE DIOS

   Se debe pasar suficiente tiempo en oración, pidiendo al Señor su dirección para escoger el texto adecuado sobre el cual ha de girar el mensaje. Un pastor, o cualquier líder de la iglesia, cuando es responsable de la buena marcha de la iglesia, siempre tiene mucho que hacer. La falta de tiempo y el mucho trabajo pueden ser un peligro que conduzca al individuo a lanzarse a la tarea de seleccionar el texto de su mensaje sin la dependencia del Señor.

   Si el predicador depende de Dios en oración, se acercará a la Biblia con humildad. Lo hará no para tratar de imponer sus ideas, sino para esperar que Dios le hable por medio de ella.

   Ha de ser el Espíritu Santo quien guíe la correcta selección del texto y el entendimiento adecuado de la Palabra. Es muy importante que el predicador sea honesto consigo mismo en este aspecto de su vida. Debe saber que es Dios quien le guía, tanto en la selección del texto como en su estudio y meditación bíblicos. Por lo tanto, el predicador debe saber despojarse de sus prejuicios y preconcepciones que tiene respeto a la interpretación de determinados pasajes de la Biblia.



   Pedir la dirección divina para escoger el texto e interpretarlo incluye un fuerte sentido de responsabilidad y deseo de estudio e investigación. Mientras mejor sea la calidad del instrumento ofrecido a Dios, más valioso es en las manos de Dios. Mientras mejor preparado esté el predicador, más valioso instrumento tendrá Dios a su disposición.

   El predicador deber estudiar su Biblia y meditar en ella con algunos libros al lado. Estos libros han de ser necesarios: 
  • un diccionario bíblico, 
  • un buen comentario de las Sagradas Escrituras y 
  • una concordancia. 
El diccionario y buen comentario son instrumentos indispensables para el predicador que desconoce los idiomas en que originalmente fue escrita la Biblia: el hebreo y el griego. Para la persona que conoce muy bien el hebreo y el griego, no es indispensable que cuente con estos libros, aunque siempre le ayudan.



   De esta manera, depender de Dios y de lo que ha provisto es saber aprovecharse también de los libros auxiliares para el estudio de la Biblia, sabiendo que son meros instrumentos producidos por cristianos y para cristianos. Pero en la providencia de Dios estos hombres han podido producir este material valioso.

   Una mente abierta a lo que Dios nos revela en la Biblia es lo que se necesita para que el pueblo de Dios crezca en número y en espiritualidad. De nada sirve orar a Dios y luego mantenernos firmes en nuestras viejas concepciones, cuando la Biblia nos descubre la verdad.

   Tal vez las nuevas verdades echen por tierra nuestras antiguas (y a veces muy queridas) concepciones. Debemos estar siempre listos a que el Espíritu Santo modifique nuestra manera de pensar y de ver la vida y nuestra fe, a medida que crezcamos en la vida cristiana.



     B.      HACER USO DE TODA LA BIBLIA

   Esto quiere decir que se debe predicar tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. Pablo escribió a Timoteo: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil (2 Ti. 3:16).

   Dios nos habla igualmente en ambos testamentos. Además, la congregación necesita tener un alimento variado y completo. Esto ayuda al crecimiento espiritual, engrandece el conocimiento bíblico y despierta el interés por la predicación.

   En estos días especiales en que está viviendo el mundo, sería bueno preguntar cuántos sermones se están predicando en nuestros púlpitos cristianos basados en el libro de Oseas, o en el capítulo 2 de Santiago, o en cualquier otro pasaje bíblico que hable de la justicia social y de la dignidad humana. Un mensaje que no sea libertador para el hombre, no se puede decir que esté a tono con el espíritu total de la Biblia.

   Todo predicador tiene sus partes preferidas de la Biblia, pero es necesario que presente un mensaje completo. Cuando nos hacemos parciales, estamos haciendo que nuestros mensajes sean incompletos.

   Hay predicadores que prefieren el Nuevo Testamento al Antiguo, y tal vez de éste sólo una porción, ya sean los evangelios, las cartas paulinas o el Apocalipsis. Está bien que cada quien tenga sus propias preferencias, pero es bueno darnos cuenta que no toda la Biblia es el Apocalipsis, ni el Evangelio según San Lucas o las cartas de Pablo. El mensaje bíblico abarca tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, y éstos en su totalidad, y no tener preferencia por uno u otro. No es bueno hablar de la ley y olvidarse de la gracia. Tampoco es bueno hablar de una salvación gratuita que no se ocupa de la obediencia que debe haber en el redimido. Y así podemos seguir mencionando ejemplos.



     C.      ESCOGER EL TEXTO DE ACUERDO A LAS NECESIDADES DE LA CONGREGACION

   Puesto que la predicación procura satisfacer las necesidades de la congregación, debe haber una unidad entre el texto y el contenido del mensaje. El texto también debe encausarse hacia el mismo fin.

   Si en sus estudios cotidianos el predicador encuentra un buen mensaje en un texto, pero sin relación con las necesidades actuales de su congregación, es preferible que lo posponga para una fecha próxima. El mensajero de Dios debe ser como el pastor de ovejas. Cuando ellas tienen sed, les da agua; y cuando tienen hambre, les ofrece pastos.



     D.      TENER CUIDADO QUE SE SELECCIONEN TANTO TEXTOS FACILES COMO DIFICILES DE ENTENDER PARA LOS OYENTES

   El predicador debe saber, hasta donde le sea posible, el recto significado del texto y la manera adecuada de aplicar sus enseñanzas a la vida de los oyentes. Un texto claro ayuda al predicador a preparar el mensaje, y a la congregación a entenderlo para poder aplicarlo a sus vidas diarias.

   Sin embargo, no todo el tiempo debe predicarse únicamente de los textos fáciles. Es bueno, de vez en cuando, estudiar los difíciles, aunque esto requiera mucho cuidado y tiempo. Es necesario consultar algunos buenos comentarios. Sobre este tipo de textos no se debe predicar sino hasta saber exactamente el significado correcto, y estar ya en condiciones de exponerlos ante la congregación de manera que los pueda comprender. Es preferible no predicar sobre un texto oscuro, que dejar a la congregación confundida.



     E.      USAR TAMBIEN LOS TEXTOS FAMILIARES O COMUNES

   A veces hay la tendencia de pasar por alto textos como Juan 3:16, Lucas 15, el Salmo 23, Isaías 53 y otros semejantes por el solo hecho de que ya se ha predicado demasiado sobre ellos y los consideran como textos bastante conocidos por la congregación. Se cree que no hay posibilidad de sacar algo más profundo de ellos. Pero esto es un error. La Biblia es como el metal, que mientras más se frota, más brillo produce.

   No debe olvidarse que los grandes predicadores han basado sus mensajes más famosos, y de mayores resultados, en estos textos. Son muy familiares por ser ricos en enseñanzas. Para predicar de ellos se necesita mayor preparación, a fin de hacerles relucir y revivir ante los oyentes. El fracaso reside en confiarse demasiado en el conocimiento de ellos. Esto puede traer como resultado un mensaje rutinario y aburrido.




MÉTODOS PARA LA CORRECTA INTERPRETACIÓN DEL TEXTO

El Espíritu Santo es el intérprete por excelencia de la Biblia. No restándole importancia a este principio, es necesario considerar ciertos métodos de gran utilidad. El peligro puede ser doble: descartar los métodos convencionales en forma absoluta, o confiar demasiado en ellos, olvidando la necesidad de depender de la oración, y por medio de ella, del Espíritu Santo.



     A.      HACER USO DEL CONTEXTO

   El contexto es todo el material que antecede y sigue al texto. Cuando es considerado ampliamente, proporciona una mejor interpretación del texto. Tomando como ejemplo el capítulo siete de Romanos, es difícil llegar a una correcta interpretación del mismo sin consultar los primeros seis capítulos y leer el capítulo ocho también. Por lo general, un texto es parte de todo el argumento general del libro. Por eso, bien se ha dicho: “Un texto sin su contexto es un pretexto”.



     B.      ESTUDIAR EL FONDO HISTORICO

   Esto se refiere al lugar, la fecha, las circunstancias políticas, sociales y culturales de cuando se escribió el libro o pasaje particular de la Biblia. También se debe averiguar la vida del autor, las circunstancias de los individuos a quienes se dirige el escritor, y el propósito central del escritor.

   Tomando como ejemplo el Evangelio según San Lucas, cuando un predicador quiera predicar de algún pasaje de este Evangelio, será bueno que antes de hacerlo conteste las siguientes preguntas: ¿quién era el autor del Evangelio?, ¿dónde se encontraban el autor y el destinatario?, ¿en qué circunstancias se encontraban?, ¿cuál es el propósito central? El material para dar respuestas a estas preguntas puede encontrarse en parte en el mismo Evangelio, en otros libros de la Biblia, o en un diccionario y comentarios bíblicos. Cuando se examinan todas estas cosas antes de preparar el sermón en sí, la predicación es más rica.


     C.      CONOCER EL SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS MAS IMPORTANTES DEL TEXTO

   Un diccionario bíblico y uno de la lengua española le prestarán una gran ayuda, el primero para saber el significado de las palabras que tienen un uso especial según la Biblia, el segundo en relación a las palabras castellanas de difícil comprensión.

   Además, es importante recordar que una misma palabra puede tener diferente significado en la Biblia, de acuerdo al lugar donde se encuentre. Esto es muy común con un gran número de palabras. Para esto le será de gran utilidad a usted como predicador tener un buen comentario bíblico en su biblioteca particular.




     D.      DETERMINAR SI EL LENGUAJE ES LITERAL O FIGURADO

   Es necesario examinar si las palabras en el texto quieren decir literalmente lo que expresan, o tienen otro sentido. Esto es importante, pues corremos el peligro de interpretar erróneamente un texto, lo que tendría consecuencias desastrosas.


     E.      HACER USO DE LOS PASAJES PARALELOS

   Un pasaje paralelo es aquel que aparece en dos o más partes, aunque no necesariamente con los mismos detalles ni en las mismas palabras. La versión Reina Valera revisada en 1960 proporciona gran ayuda al respecto. Por ejemplo, si usted tiene la revisión de 1960 de la Biblia, busque 2 Reyes 18, la narración del reinado del rey Ezequías. Se dará cuenta que entre paréntesis está la cita de otro pasaje paralelo donde también se narra el reinado de Ezequías.




     F.      CONOCER LAS COSTUMBRES DE LOS PUEBLOS A LOS CUALES SE DIRIGE EL AUTOR

   Dentro de las costumbres se encuentran el sistema de vivienda, cultivo y métodos de cosecha, sistemas de guerra, clases de vestidos, alimentación, gobierno, sistemas religiosos y otras cosas de menor importancia. También sería bueno averiguar sus sistemas de valores morales. Por ejemplo, para entender el Salmo 119:105 sería bueno saber algo de los tipos de lámparas y cómo se usaron en aquel entonces.



     G.      INTERPRETARLO EN ARMONIA CON TODA LA ENSEÑANZA BIBLICA

   Si al estudiar un texto se observa una aparente contradicción con algún otro aspecto básico de la Biblia, entonces es necesario hacer un profundo y cuidadoso examen de todos los demás textos que tratan del mismo tema, a fin de llegar a una correcta conclusión. La Biblia no contiene contradicciones doctrinales. Estas existen en nuestra incapacidad mental y espiritual.

   Al llegar a un texto de esta clase, antes de dar una interpretación superficial y peligrosa, se deben considerar los siguientes aspectos: ¿qué quiso decir el autor en este texto?, ¿por qué dijo esto?, ¿en qué circunstancias lo dijo?, ¿qué relación tienen estas palabras con el resto del libro o con otros libros? Un estudio con estas consideraciones ayuda a aclarar en la mente del predicador las posibles confusiones.



     H.      APLICAR LOS PRINCIPIOS BÁSICOS QUE TUVIERON VALOR EN EL PASADO

   Si Dios tuvo algo importante que decir hace dos mil o más años al hombre de esa época, de seguro que también lo tiene hoy. Dios habló, está hablando y hablará por medio de su Palabra. Sus enseñanzas no envejecen. Las necesidades del hombre actual son tan similares y urgentes como las del pasado. Es imposible aplicar literalmente todos los asuntos sociales y políticos, pero sí las grandes verdades espirituales y morales.

   Los principios que operaron en los asuntos sociales y políticos son principios humanos válidos para todas las épocas humanas. Si la aplicación de tales principios estuvo de acuerdo a las circunstancias de aquel entonces, le toca al estudioso de las Sagradas Escrituras buscar los principios operantes, y buscar con la ayuda de Dios la aplicación de esos mismos principios a las circunstancias por las que atravesamos hoy día. De seguro el Señor también satisfará hoy día las inquietudes del hombre moderno, como lo hizo en el pasado.



     I.      INVESTIGAR LAS INTERPRETACIONES DE OTROS ESTUDIANTES DE LA BIBLIA

   Sólo después de haber orado intensamente y estudiado la Palabra, de acuerdo a los principios de interpretación ya expuestos, se deben consultar las interpretaciones de los comentarios. Es muy posible que después de haber hecho un estudio serio, se encuentren muy pocas cosas nuevas en tales libros. Hacerlo así ayudará a no depender demasiado de los comentarios bíblicos.

   Pero hay que consultarlos siempre que se pueda, porque esas interpretaciones están hechas por hombres de Dios de gran capacidad y a base de estudios muy técnicos y cuidadosos. Son hombres que forman parte de la iglesia de Jesucristo. Confiamos en que han sido puestos en las manos de Dios para hacer un trabajo tan delicado como ése.